Juan Antonio Planas Domingo. Presidente de la Asociación Aragonesa de Psicopedagogía y Presidente de los Comités Organizadores de los Congresos Internacionales de Inteligencia Emocional y Bienestar.
Esta magnífica obra dirigida por uno de los mejores expertos internacionales en inteligencia emocional, el catedrático Pablo Fernández Berrocal, facilita pautas y actividades prácticas para trabajar en el aula las habilidades emocionales y sociales.
Una de las aportaciones más interesantes es que las habilidades de IE pueden ser entrenadas a través de programas de educación emocional y social generando beneficios en diferentes contenidos, como el educativo, el laboral o el sanitario. También es reseñable la posibilidad de que cualquier profesor pueda implementar las actividades que se proponen independientemente de su nivel formativo o competencia en el ámbito emocional.
Desde mi punto de vista, se resalta una de las principales problemáticas de los niños y adolescentes de hoy en día: la procrastinación. Es decir, postergar las obligaciones, no organizar bien el propio tiempo o dejarse llevar por los primeros impulsos. Tal como manifiestan los cuatro autores las personas con capacidad para demorar la recompensa tienen efectos a largo plazo muy positivos. Las investigaciones sobre educación emocional han demostrado que estas habilidades emocionales se pueden adquirir y enseñar siempre que sigamos programas rigurosos y contrastados.
En mi trabajo como orientador en un centro de educación secundaria observo con preocupación el aumento de la ansiedad y el estrés en el alumnado, también una mayor incidencia en determinados trastornos que implican una reducción en el rendimiento escolar y, lo que es peor, un incremento en el malestar vital. Es preocupante que los cambios normativos se refieran una y otra vez a cambios en las etapas, materias curriculares, estándares de evaluación, etc. aspectos que prácticamente nadie de la comunidad educativa demanda y no se estén potenciando áreas imprescindibles en la sociedad del futuro como la formación psicopedagógica del profesorado y la educación emocional del alumnado. De ahí la oportunidad de publicaciones como ésta.
Por otro lado, se facilita un cd con las doce actividades de las cuatro ramas de conocimiento: Percepción y expresión de las emociones, facilitación emocional, comprensión de las emociones y regulación emocional. Y dos actividades transversales. En cada una de estas actividades hay una ficha a modo de esquema inicial, se concretan los beneficios que se van a lograr, el desarrollo de la misma, una aplicación personal y un resumen. Además se especifica el tiempo estimado para cada una de estas partes y posibilidades de desarrollar actividades de ampliación.
Personalmente, he disfrutado muchísimo con su lectura y me ha impresionado la claridad e innovación de las propuestas que se plantean. Por ejemplo, se resalta la necesidad de trabajar el vocabulario para distinguir emociones complejas, combinaciones de emociones y considerar diferentes matices entre ellas mediante actividades originales y fáciles de aplicar. Otro aspecto muy interesante que recomiendo trabajar es conocer que emoción puede ser más útil para emprender determinadas actividades y cómo generar esa emoción que permite será más eficaz en la acción.
Considero que la verdadera revolución educativa llegará cuando el sistema se adapte realmente a las necesidades y características de cada alumno. Indudablemente la educación emocional constituirá una piedra angular en esta futura revolución.
La nueva corriente psicopedagógica plantea que el profesorado se preocupe de que sus alumnos tengan buen rendimiento en las áreas instrumentales, y además posean habilidades sociales: empatía, expresión y comprensión de los sentimientos, independencia, capacidad de adaptación, cordialidad, amabilidad y respeto. Posiblemente, el modelo de escuela centrada en los contenidos, puede estar fracasando.
Hay una gran cantidad de alumnado con una capacidad intelectual normal o alta con bajo rendimiento académico y problemas de conducta. En muchas ocasiones, el origen de estos problemas se encuentra en un conflicto afectivo que puede estar originado entre sus compañeros o en la propia familia. Con frecuencia nos encontramos con alumnado proveniente de ambientes familiares donde alguna emoción natural está censurada, lo que impide al menor su vivencia, expresión y el aprendizaje de su manejo. Sería necesaria la implantación de programas didácticos en los centros debidamente diseñados, evaluables y bien fundamentados teóricamente. Estos programas deben ser incorporados al centro por el equipo directivo como parte de su compromiso con la formación integral del niño.
Por ese motivo considero que esta publicación puede ser una buena herramienta para trabajar la educación emocional tanto desde el punto de vista de los orientadores como de los profesores tutores.